El Legado del Curtido
Desde tiempos en que el barrio de Jalatlaco aún respiraba su aire colonial, con calles empedradas y casas de adobe, una humilde curtiduría nació entre sus muros. Con más de un siglo de historia, la familia Martínez forjó un legado en el arte de transformar pieles en piezas dignas de admiración. Fue el Bisabuelo, Luciano Martínez, quien en 1900 fundó el primer taller, con manos curtidas por el esfuerzo y un conocimiento transmitido de generación en generación. La historia se entreteje con el oficio, nació hace más de un siglo una curtiduría que, a lo largo de cuatro generaciones, ha preservado el arte de transformar la piel con maestría y pasión.
Luciano Martínez, un hombre de manos curtidas por el trabajo y una visión clara: dominar el arte del curtido. En tiempos donde cada piel debía trabajarse con paciencia y precisión, Luciano aprendió de los maestros de la época, perfeccionando métodos naturales para lograr pieles suaves, resistentes y libres de químicos dañinos.
El oficio pasó a su hijo, Domingo Martínez, quien, con dedicación y astucia, expandió la curtiduría. Domingo no solo mantuvo la calidad heredada de su padre, sino que introdujo técnicas mejoradas, adaptando los métodos tradicionales a nuevas necesidades sin perder la esencia artesanal. Bajo su liderazgo, la curtiduría ganó reconocimiento en Oaxaca y más allá, convirtiéndose en un referente de excelencia en el curtido de pieles.
Con el paso del tiempo, el oficio llegó a Ismael Martínez, quien enfrentó el desafío de modernizar los procesos sin sacrificar la calidad ni la identidad del negocio. Introdujo curtidos ecológicos, utilizando técnicas vegetales que preservaban la textura y flexibilidad de las pieles sin generar olores desagradables. Su visión llevó la curtiduría a nuevos mercados, manteniendo el legado familiar en un mundo que exigía cambios, pero respetando la tradición.

Hoy, la historia sigue viva en Ismael Martínez (Jr.), la cuarta generación que lleva sobre sus hombros el peso de un legado centenario. Con un profundo respeto por las técnicas heredadas y una mirada puesta en el futuro, trabaja para perfeccionar aún más el proceso, adaptándolo a las exigencias modernas sin perder la esencia que hace únicas a sus pieles. Bajo su liderazgo, la curtiduría no solo mantiene su prestigio, sino que continúa evolucionando, preservando la tradición mientras impulsa la innovación.


A lo largo de cuatro generaciones, la familia Martínez ha escrito su historia en cada piel trabajada, en cada cliente satisfecho y en cada técnica transmitida de padre a hijo. No es solo un negocio, sino un testimonio de dedicación, esfuerzo y amor por el arte del curtido. En cada pieza, sigue latente la esencia de Luciano, Domingo, Ismael y Ismael Jr., un linaje que ha transformado pieles, pero sobre todo, ha tejido un legado que trasciende el tiempo.